Cincuenta mil familias con casa propia en El Salvador

En El Salvador, ocho de cada diez personas no cuentan con una vivienda digna. Muchos no tienen las posibilidades para acceder a financiamiento ni otras opciones para construir sus hogares y optan por alquilar viviendas en condiciones poco favorables.

Conozca la historia de Evelyn y su esposo Romeo.

Cincuenta mil familias con casa propia en El Salvador

Evelyn y su esposo Romeo siempre quisieron una vivienda propia, pero, desde que se conocieron a sus 18 años, nunca creyeron que fuera posible, pues ambos laboran en una maquila desde jóvenes y, pese a trabajar muy duro, el salario no les permitía ahorrar grandes cantidades.

En El Salvador, ocho de cada diez personas no cuentan con una vivienda digna. Muchos no tienen las posibilidades para acceder a financiamiento ni otras opciones para construir sus hogares y optan por alquilar viviendas en condiciones poco favorables.

A finales de 2021, motivados por el sueño de hogar propio y para dar mejores condiciones a sus hijas Melisa y Katerine, se asociaron con Hábitat El Salvador, para construir su casa.

“Lo que más me motiva es que mis hijas tengan su espacio, que puedan decir: tengo casa”
— Evelyn. El Salvador

Esta familia salvadoreña construyó la vivienda 50 mil de Hábitat El Salvador, la cual le entregaron en el marco del 30 aniversario de la organización en el país. Esto fue posible gracias al esfuerzo de cada familia y al apoyo de socios locales, nacionales e internacionales, que impulsan la labor de Hábitat.

“Esta casa es un sueño, es un sueño que hemos querido para nuestras hijas, estamos felices”, asegura Evelyn.

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Familias con casa propia

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Cincuenta mil familias con casa propia en El Salvador

Esperanza al suroeste de Haití

En la mañana del sábado 14 de agosto de 2021, Onézire, de 49 años, estaba tranquila dentro de su vivienda en el suroeste de Haití con el menor de sus seis hijos, cuando aproximadamente a las 8:30 a.m. un devastador terremoto de magnitud 7,2 sacudió su vivienda.

A partir de ese día, su familia, así como la gran mayoría de sus vecinos, empezó a dormir a la intemperie, a pesar de estar en plena temporada de huracanes, con fuertes lluvias en los días posteriores al terremoto, asociadas a la tormenta tropical Grace; soportaron viento, frío, calor y sol, todos los días.

En la mañana del sábado 14 de agosto de 2021, Onézire, de 49 años, estaba tranquila dentro de su vivienda en el suroeste de Haití con el menor de sus seis hijos, cuando aproximadamente a las 8:30 a.m. un devastador terremoto de magnitud 7,2 sacudió su vivienda.

“Al principio, por el sonido, pensé que era el viento, cuando me di cuenta de lo que estaba pasando”
— Onézire

Al principio, por el sonido, pensé que era el viento, cuando me di cuenta de lo que estaba pasando, estaba tan agotada que corrí hacia la puerta trasera en lugar de la delantera, que estaba más cerca de mí en ese momento”, recuerda Onézire. Ella tuvo suerte de salir de su vivienda a tiempo, pero las paredes del hogar no resistieron el terremoto.

A partir de ese día, su familia, así como la gran mayoría de sus vecinos, empezó a dormir a la intemperie, a pesar de estar en plena temporada de huracanes, con fuertes lluvias en los días posteriores al terremoto, asociadas a la tormenta tropical Grace; soportaron viento, frío, calor y sol, todos los días.

Tras el terremoto, un equipo de Hábitat para la Humanidad Haití se desplazó a la zona para ayudar a las autoridades a evaluar la situación de la vivienda y comenzar a definir una estrategia de respuesta al desastre. La organización cuenta con más de 30 años de experiencia en el país y, anteriormente, se encargó de construir o reparar 1800 viviendas tras el paso del huracán Matthew, que destrozó hogares en toda la zona en 2016.

Tras inspeccionar todas las viviendas construidas por Hábitat en la zona afectada por el nuevo terremoto, se contabilizó que el 98% de las casas no había sufrido daños significativos y era seguro para que las familias pudieran dormir en la comodidad de su hogar.

Después de realizar un análisis, y en coordinación con las autoridades, Hábitat inició el plan de respuesta al desastre con la entrega de kits de higiene que contenían jabón, pasta de dientes, cepillos de dientes, mascarillas, toallas y otros artículos de higiene.

Posteriormente, y en colaboración con ShelterBox y Start Fund, Hábitat comenzó la distribución de más de 2500 kits de refugio de emergencia a miles de familias como la de Onézire en las comunidades más afectadas. Los kits incluían lonas, herramientas y fijaciones, mantas térmicas, luces solares, juegos de cocina, colchonetas, mosquiteras y portadores de agua, entre otros.

En total, Hábitat apoyó a más de 15.000 personas con los kits de higiene y refugio de emergencia como parte de su trabajo en la respuesta al devastador terremoto.

Onézire y su familia recibieron uno de los kits refugio de emergencia. En cuanto lo tuvo en sus manos, empezó a utilizar la pala para ayudar a retirar los escombros de las paredes derrumbadas.

“Los artículos del kit, como esta lámpara solar, nos fueron increíblemente útiles justo después del terremoto”
— Onézire

Luego, con los cimientos de madera intactos de su casa como base, Onézire creó nuevas paredes para su hogar con la lona del kit, con lo cual dio a sus seis hijos un hogar de nuevo, con paredes, donde cobijarse durante la noche.

Actualmente, Hábitat está buscando fondos para iniciar en la fase de reparación y construcción de viviendas durante el año 2023, con el objetivo de construir nuevas viviendas resilientes a los desastres, desde donde familias haitianas puedan construir un futuro más resiliente.

Onézire con parte de sus hijos. / © Hábitat para la Humanidad Internacional.

Onézire con parte de sus hijos. / © Hábitat para la Humanidad Internacional.

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Esperanza al suroeste de Haití
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Esperanza al suroeste de Haití

La seguridad de un piso firme

María Natalia vive con su marido, cuñada y tres perritos en una casa de San Juan Sacatepéquez, Guatemala.

Su familia fue una de las seleccionadas para participar del proyecto piloto Pisos S3 de la Federación Interamericana del Cemento (FICEM), desarrollado en alianza con Hábitat para la Humanidad Guatemala, Cementos Progreso, el Instituto del Cemento y Concreto de Guatemala, y la Red de Emprendedores Indígenas.

María Natalia vive con su marido, cuñada y tres perritos en una casa de San Juan Sacatepéquez, Guatemala. Cada mañana al levantarse, lo primero que hace es rezar a Dios y a la Virgen para dar gracias por un nuevo día. Luego limpia y ordena su casa de piso de tierra, prepara el desayuno y, por último, comienza su jornada laboral.

Su trabajo consiste en tejer desde el piso de su casa, por eso, cuando supo que su vivienda era una de las seleccionadas para sustituir el piso de tierra por concreto, se emocionó al saber que pronto podría desarrollar su actividad económica en condiciones ideales.

“Estoy contenta porque antes había tierra y arena en este piso, así que había mucho polvo”
— María Natalia

Estoy contenta porque antes había tierra y arena en este piso, así que había mucho polvo. Cuando me arrodillaba para tejer, no me sentía bien, me dolían las rodillas por la suciedad y las piedritas. Además, el suelo no era uniforme, por lo que me resultaba difícil tejer así. Antes, cuando los terminaba (los tejidos), estaban llenos de suciedad y polvo, ahora ya no. He notado la diferencia. Ahora no se ensucian y el telar está en una posición más firme y no se mueve tanto”, confirma María Natalia. 

Su familia fue una de las seleccionadas para participar del proyecto piloto Pisos S3 de la Federación Interamericana del Cemento (FICEM), desarrollado en alianza con Hábitat para la Humanidad Guatemala, Cementos Progreso, el Instituto del Cemento y Concreto de Guatemala, y la Red de Emprendedores Indígenas.

El piloto se concentró en la construcción de un total de 1080 m2 de pisos de concreto con lo cual se benefició a 32 familias de cinco comunidades indígenas del municipio de San Juan Sacatepéquez. De manera integral al cambio del piso, se incluyó también la distribución de filtros purificadores de agua y se realizaron capacitaciones a las familias beneficiadas en relación hogares saludables, manejo del filtro, así como uso y mantenimiento del piso.

Tras el éxito en los resultados, Hábitat para la Humanidad y FICEM unieron esfuerzos oficialmente y lanzaron la iniciativa 100 mil pisos para jugar, la cual tiene como objetivo el reemplazar 100 mil pisos de tierra por concreto en viviendas vulnerables en todo Latinoamérica y el Caribe para el 2028.

La mejora en la vivienda de María Natalia no solo ha representado un beneficio para el desarrollo de su actividad económica, sino que también ha impactado positivamente en la salud de su familia.

Tanto su esposo como ella han notado una gran mejoría en su salud. Antes enfermaban mucho de tos y, desde que tienen el piso de tierra, no han vuelto a enfermar porque no conviven con el polvo frecuentemente.

“Gracias por la ayuda con el piso, estamos contentos y satisfechos”
— María Natalia

Gracias por la ayuda con el piso, estamos contentos y satisfechos. El piso se puede limpiar o lavar. Antes no podíamos por la suciedad y el polvo. Habíamos pensado en arreglar la casa, mejorarla, pero no habíamos podido”, dice María Natalia.

María Natalia teje desde el piso de concreto de su vivienda. / © Hábitat para la Humanidad, José Ramírez.

María Natalia teje desde el piso de concreto de su vivienda. / © Hábitat para la Humanidad, José Ramírez.

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La seguridad de un piso firme

La seguridad de un piso firme

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La seguridad de un piso firme

El sueño de la vivienda propia

A dos horas de la Ciudad de México, antes de llegar a Valle de Bravo, se encuentra San Simón de la Laguna, un pueblo tranquilo, con hermosos paisajes verdes, una laguna y cultivos de maíz. Ahí viven Edna y su hijo Edward en casa de sus padres en donde habitan siete familiares más. Esta vivienda de tres cuartos no contaba con un espacio privado para ella y su hijo, por lo que dormían en la cocina del hogar.

A dos horas de la Ciudad de México, antes de llegar a Valle de Bravo, se encuentra San Simón de la Laguna, un pueblo tranquilo, con hermosos paisajes verdes, una laguna y cultivos de maíz. Esta comunidad está compuesta mayoritariamente por indígenas mazahuas.

Ahí viven Edna y su hijo Edward en casa de sus padres en donde habitan siete familiares más. Esta vivienda de tres cuartos no contaba con un espacio privado para ella y su hijo, por lo que dormían en la cocina del hogar.

Ella trabaja limpiando la escuela de la comunidad y bordando tejidos tradicionales en el Grupo de Artesanas Indígenas Mazahuas, compuesto por 30 mujeres, todas vecinas de San Simón de la Laguna. Sus ingresos mensuales no le permitían cumplir el sueño de construir una casa propia con un préstamo.

“Mi hijo ya está creciendo, queríamos un espacio privado para cada uno, seguro”
— Edna, vecina de San Simón de la Laguna, México

Su vivienda forma parte de la donación de la Fundación Banorte que asumió el costo total de 25 mejoramientos y/o construcciones de vivienda, todas con un tamaño promedio de 50 m2, compuesta por dos cuartos, un baño, sala y cocina.

Para obtenerla, Edna asistió a una serie de cinco capacitaciones que Hábitat México impartía al grupo de mujeres seleccionadas en temas como el derecho a una vivienda digna, convivencia sana en comunidad, habitabilidad, vivienda saludable y el mantenimiento correcto de una casa.

Que Dios bendiga a cada una de las personas que me ayudaron. Que Dios multiplique cada uno de sus trabajos para que puedan brindar más apoyo a gente necesitada. Gracias a Dios ya tenemos nuestro hogar, ya tenemos un espacio para mi niño y para mí. Siempre soñé tener una casita como esta, con una vista a los cultivos de maíz y la montaña. Este es un espacio seguro para los dos”, concluye.

Hoy vive junto a su hijo feliz en su nuevo hogar, un lugar seguro en el que todas las mañanas desayunan con el paisaje que tanto anhelaron tener.

Edna y Edward felices fuera de su nueva vivienda. / © Hábitat para la Humanidad México, Brisa Torres.
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The dream of owning a home
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